BIOGRAFÍA - EMMET FOX

   Dr. Emmet Fox (Irlanda, 1886-1951)
Emmet Fox nació el 30 de julio de 1886 en Irlanda, fue educado en Inglaterra, regresó a Estados Unidos donde ejerció su carrera y falleció en Francia el 13 de agosto de 1951. Amaba Francia, fue uno de sus lugares preferidos, pasó muchas tardes de café y tertulia en los Campos Elíseos. Siendo aún niño su padre fallece y desde ese momento su educación la supervisa su madre, cuya fe tiene un lugar importante en su vida. Cuando llegó a la adolescencia, su madre lo internó en un colegio jesuita el Stamford Hill Jesuit Collage.

   El hecho de no encontrar respuestas dentro de la Orden Jesuita, con referencia a su poder de sanación, lo lleva a cuestionamientos y reflexiones que producen en él los primeros puntos de conflicto. Digamos que la ortodoxia se le quedó pequeña y debido a esto se produjo un alejamiento, el cual fue gradual.

   Entre los dieciocho y los veinte años decidió intensificar su búsqueda espiritual, que le llevó a estudiar metafísica. Quería investigar sobre su particular poder de sanación (cuando tenía seis años ponía su mano en la frente de su madre quitándole el dolor de cabeza a la vez que le transmitía un gran sentimiento de paz). La esencia de todas sus curaciones eran los ejercicios a nivel mental que recomendaba, como él mismo los denominara “tratamientos”. Sobre ellos nos dice: «Un tratamiento es una oración en la que el buscador recuerda y realiza la Verdad de Dios hasta que produce un cambio de conciencia, y, en consecuencia, un cambio en sí mismo. [...] La sanación es un proceso educacional y la curación del cuerpo es, en realidad, la curación del pensamiento.»

   Por esa época viaja a Irlanda y se encuentra con un libro del doctor Stocker (uno de los primeros maestros de el nuevo pensamiento) el cual le aclara el problema que tenía desde muy temprana edad.

   Un buen día se dio cuenta de que a raíz de de sus estudios de metafísica ya no podía seguir en el Colegio Jesuita y decidió prepararse para ingeniero eléctrico. A lo largo de toda su vida probó y estudió muchas cosas, todo gracias a su dinamismo, un gran poder que le caracterizaba entre muchos otros. Sobre la persona dinámica él mismo decía: «No es agresiva ni ruidosa, ni siquiera altisonante. [...] Una persona dinámica es aquella que realmente hace la diferencia en el mundo, que hace algo que realmente cambia las cosas o la gente.»

   Poseía una biblioteca de más de dos mil libros, sorprendiendo la variedad de temas que albergaba; libros tan interesantes como los Upanishads, del Hinduismo, los
Sutras del Budismo y los Evangelios del Cristianismo. También contaba con mucha música, pues siendo un amante de lo bello, ésta no podía faltar entre sus posesiones, sobre todo de Mozart que era su músico preferido.

   Aprendió las técnicas de la meditación y el silencio de la mano del doctor Porter Mills. Desde entonces La Llave de Oro o La Oración Científica fue la práctica más importante en su vida. Él mismo la llamaba “trabajo práctico sobre la propia conciencia”.

   El año 1914 se celebró una importante reunión de metafísica práctica a la cual asistió y algunos años más tarde ofreció sus servicios a la Alianza en Londres como conferencista sustituto.

   Su primera charla metafísica la dio en el año 1928 en el Mortimer Hall, Londres. Su debut como orador fue todo un éxito y en un corto plazo de tiempo viajó dando conferencias por Londres, Escocia e Irlanda. Conoció al señor Herman Wolhorn (secretario de la Iglesia del Cristo Sanador y además autor del libro “Mi amigo Emmet Fox”) cuando éste asistió a una de sus conferencias; se inició así una hermosa amistad que duró por siempre. En el año 1931 el señor Fox comienza su ministerio en dicha iglesia y desde ese momento su vida, por completo, la dedicó a conectar los pensamientos más elevados con las obligaciones del diario vivir. Su principal fuente de estudios fue siempre la Biblia, cada uno de sus escritos nos descubren la verdadera enseñanza que yace escondida detrás de cada palabra de este santo libro. Entre otros muchos, destacan dentro de sus fuentes de inspiración Emerson, San Agustín y George Fox.
 
   Emmet Fox decía:
 
   «Este mundo es una escuela, eso y nada más; y aparte de que aprendas tu lección, nada más importa realmente. Nada importa si eres rico o pobre, culto o sencillo, un rey o un pordiosero. Estos tan sólo son papeles que los hombres actúan en el teatro de la vida. Lo que importa es cómo se actúa el papel. Las dos lecciones supremas determinadas para esta escuela son la lección de la Omnipresencia de Dios y la lección del poder del pensamiento.»

   Estas dos lecciones las puso en práctica durante toda su vida y las divulgó a través de su enseñanza. Todo buscador de la Verdad encontraba en él una fuente inagotable de valor, esperanza, entusiasmo, sencillez, sanación, amabilidad y franqueza.

   Se cuenta que el carácter de Emmet Fox no era muy grandilocuente, que era más bien introvertido, pero a pesar de esto y debido a sus grandes cualidades espirituales todas las personas que le conocían quedaban prendados, refiriéndose a su persona cómo un caballero encantador.

   Su plena convicción de que Dios era Vida, Amor y Verdad transmitía a todo aquel que entraba en su aura de influencia, mucha vitalidad, mucha fuerza y confianza. Él decía: «la vida es emocionalmente interesante». Dicho esto de sus labios ya nos podemos imaginar cómo era su actitud ante la vida; cada día una gran aventura con total y renovado entusiasmo. Su adaptabilidad ante cualquier situación era pasmosa, que unida a su positivismo hacían de él un centro magnético que atraía como la miel a las abejas.

   Toda cosa que ponía en práctica lo hacía con todo su corazón; esta cualidad se la recomendaba a sus estudiantes, una y otra vez, les decía: «si van a cantar la gloria de Dios, realmente glorifíquenle a todo pulmón».

   Amaba la belleza en todas sus formas y la exigía siempre a su alrededor, pues no permitía la chabacanería o el desaliño; calidad y sencillez.
 
 
   Si de algo podía presumir, aunque ya sabemos que no lo hacía, era de ser totalmente coherente en cuanto a lo que predicaba y lo que hacia. Insistía en la importancia de la oración, la meditación y en que una de las primeras cosas que debemos hacer, para avanzar espiritualmente, es despojarnos de la negatividad. Para ello dejó escritos, muy interesantes a la vez que prácticos, como “La Dieta Mental”, “La Llave de Oro”, “Cambia tu Vida”, “El Equivalente Mental”, etc.

   Cada vez que daba una conferencia quedaba patente su nobleza y su encanto personal pues hasta el lugar llegaba gente de todas partes. Dio sus clases en lugares como el Manhattan Opera House, en el Hipódromo y más tarde en el Carnegie Hall. En ocasiones era tanta la afluencia de personas que el tráfico debía ser regulado y muchas quedaban fuera del local por no haber espacio.

   Viajó por todo el mundo y cada año recorría Estados Unidos con su coche. Durante los trayectos sacaba a relucir su buen humor que era como un arma de defensa ante cualquier circunstancia. Se la pasaba cantando, era algo que le encantaba; tenía un amplio repertorio de canciones. Nunca se casó, su compromiso fue tan sólo con su trabajo, pues sus estudios y preparación de sermones, sus oraciones y meditaciones y escribir sus libros suministraban la compensación que un hombre normal recibe de la familia y el trabajo.

   Fue un verdadero centro magnético de Amor, como la luz de la verdad que guía para llegar a conocer a Dios en todos sus aspectos y les invito a seguir conociéndolo más, pues estas líneas sólo nos muestran la punta del iceberg. El mejor ejemplo de su enseñanza es su propia vida y su discípula más destacada, Conny Méndez.

  Gracias a la Vida por permitir que tengamos con nosotros a personas tan especiales y maravillosas como el señor Emmet Fox que aportan su propia vida para el empuje y la iluminación de la humanidad.

 

María Jesús Pérez

 

 

 
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Sección actualizada: 06-05-2020